XXIX
Domingo del Tiempo Ordinario
Domingo
Mundial de las Misiones
Hermanos y hermanas: ¡Paz y Bien para todos y todas!
Hoy, la Palabra de Dios nos lleva a la perseverancia en la oración. Nos lleva a nunca desfallecer, a conservar siempre la fe, sabiendo que Dios, en el momento correcto, responderá nuestras suplicas. Nos lo comunica de varias maneras a través de las lecturas del día:
1. Primera Lectura (Éxodo 17:8-13)
Hubo batalla entre Israel y un pueblo llamado Amalec. Mientras soldados israelitas, bajo el mando de Josué luchaban contra sus enemigos, los profetas Moíses, Aaron y Jur subieron a un monte. Moíses, como líder de su pueblo, oraba a Dios pidiendo victoria. Oraba sin cesar, pero su cuerpo le traicionaba; cuando, agotado, bajaba los brazos, el enemigo aventajaba a Israel, pero cuando tenía sus brazos en alto, Israel era quien se aventajaba. Viendo ésto, Aaron y Jur pusieron una piedra para que Moisés se sentara, y cada uno sostenía un brazo de Moisés, para mantenerlo en alto. Al final, Israel logró la victoria.
Vemos cómo la fe de Moisés nunca desfalleció, pero también vemos en Aaron y Jur la necesidad de ayudar y cooperar con la causa. Moisés no está sólo en su oración, tiene gente que está de parte suya y de Dios y que tampoco desfallecen y perseveran, haciendo más fuerte la fe de que Dios dará victoria a su pueblo.
2. Salmo responsorial (Salmo 120:1-8)
El o la creyente que emprende un camino, un peregrinaje, una misión, sabe que Dios está de su lado, sin importar las dificultades ni los peligros que pueda enfrentar. Nos dice la nota al calce en la Biblia Latinoamericana sobre este pasaje: “Puede ser la oración de los cristianos que emprenden un camino difícil: un convertido, un nuevo hogar, un futuro sacerdote, el que tiene un compromiso importante con el bien común”. Un misionero o misionera enfrenta también este reto, y la oración con fe y perseverancia, en soledad o en comunidad, les da fuerzas para superar todo obstáculo y llevar la Palabra y la obra de Dios donde haga falta.
3. Segunda Lectura (2da Carta del Apóstol Pablo a Timoteo 3:14 – 4:2)
Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a usar la Palabra de Dios como medio para prepararse y perseverar en su camino a la evangelización. Que dicha Palabra, toda Ella inspirada por Dios, no es sólo para aprender, sino también para enseñar y corregir. Que arguya, que reproche, que exhorte, en fin, que insista y persevere en la enseñanza de la santa doctrina. Tal y como hacen los misioneros y misioneras, que perseveran sin desfallecer para llevar a Cristo a quienes lo necesiten, aún en las más grandes dificultades.
4. Santo Evangelio según San Lucas (18:1-8)
No podía faltar la enseñanza de nuestro Salvador Jesucristo sobre la perseverancia. Y qué gran ejemplo nos pone. Una viuda que no deja en paz a un mal juez, exigiendo justicia día y noche. Él la ignora; pero ella no cede. Ella PERSEVERA. Llega el momento en el juez no soporta más y le otorga la justicia que ella tanto esperaba.
El misionero y la misionera van por el mundo con esa misma perseverancia: predican a Cristo con palabra y obra donde gobiernos y líderes de otras religiones les ponen barreras, les cierran puertas y hasta atentan contra sus vidas. Todos los años escuchamos y leemos horribles historias de misioneros y misioneras que son abusados, encarcelados, torturados y asesinados. Y sin embargo, siguen surgiendo nuevos misioneros y misioneras, las misiones continúan, la fe no se acaba, sigue perseverando.
La Iglesia tiene más de 2,000 años de antigüedad, y todos los gobiernos que han martirizado a sus fieles en el pasado, han desaparecido. Muchas religiones que en el pasado eran enemigas del catolicismo y que torturaban, quemaban y descuartizaban a fieles, consagrados y clero por igual, ahora trabajan unidas con nosotros y nosotras en todo aquello que es para el bien común de la humanidad.
Porque la gente no deja de orar, porque la gente no deja de esperar, porque la gente aún sueña con la justicia, con la equidad de trato, con el fin de las guerras y los conflictos. Porque ven la acción de Dios a través de la historia. Porque saben que quien persevera en Dios, triunfa tarde o temprano.
A su vez, ¡qué mucho se parece este Evangelio a la lucha que tenemos las mujeres porque se reconozca nuestra vocación y se reabra para nosotras el acceso al Orden Sagrado! Por muchas décadas, hemos orado, insistido y perseverado en que la Iglesia reconozca nuestra vocación y que el Santo Padre de turno desate el nudo que impide que esta noble tradición de ordenar mujeres, que existía en el pasado primitivo, vuelva a ser una bendición para la Iglesia por sus muchos dones. Artículos, conferencias, libros publicados, entrevistas. Actos públicos de oración y protesta pacífica y silenciosa. Y la Santa Sede viviendo en un estado de negación, como el mal juez que ignora la justicia que la viuda pedía. El Vaticano trata a las que protestan como molestia que hay que sacar del medio. Ve los escritos donde hacemos pública nuestra vocación como cuentos de hadas y fantasías animadas. Trata como criminales y excomulga a mujeres que, por seguir la voluntad de Cristo, se ordenan por métodos alternativos.
Sin embargo, las mujeres, al igual que la viuda, perseveramos. Seguimos orando, seguimos pidiendo, seguimos mostrando evidencia de la autoridad que tiene la Iglesia para rescatar esta tradición. Y no estamos solas. Los Aarón y Jur de la vida sostienen nuestros brazos en oración. Fieles, teólogos y teólogas e incluso consagrados, misioneros y clero que oran por el fin del pecado del sexismo en la Iglesia, porque se reconozcan estas vocaciones, para que la Iglesia tenga genuino poder de, con su propio ejemplo, acabar con este flagelo que lleva a millones de personas (mujeres, niños y niñas nacidos y por nacer) a ser asesinadas, traficadas o desechadas todos los años.
Saben que llegará el momento en que la Santa Sede no tendrá otra alternativa que reconocer su error y dar justicia a la mujer. Tendrá que reconocer la autoridad de Cristo por sobre cualquier pedazo de papel. El nudo tendrá que desatarse. Y finalmente, la Iglesia será lo más parecido posible a lo que Señor Jesús deseaba dejar establecido en la Tierra.
Finalmente, el Evangelio de hoy termina diciendo lo siguiente: “...cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” ¿Encontrará Cristo una tierra llena de misioneros y misioneras, perseverando en la fe y llevando su Palabra y su Obra a todas partes? ¿Encontrará una Iglesia, perseverante en la fe, que viva realmente el que hombres y mujeres fueron creados a imagen y semejanza de Dios? ¿Encontrará matrimonios perseverantes en la fe, que vivan genuinamente lo que implica ser “una sola carne”? ¿Encontrará una vida consagrada y un clero perseverantes en la fe, donde hombres y mujeres participen en igualdad de condiciones? ¿O encontrará a la gente aún esperando que se les haga justicia? Piensen en eso.
Que el Señor les bendiga y les guarde.
19 de octubre de 2025
Día de San Pablo de la Cruz, pasionista

